Contraimagen es un proyecto que explora el género en la representación visual. Va tomando diferentes formas: es una serie de dibujos, es texto, es taller, es muestra, es viñeta, es investigación.
Counter-image is a project that explores gender in visual representation. It takes different ways: it is a series of drawings, it is a text, it is a workshop, it is an exhibition, it is a vignette, it is research.
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El siguiente texto fue publicado en la revista Sacapuntas en septiembre del 2022.
English Translation here
No hay padres en el arte. En general hay muy pocas imágenes de paternidades. No los hay en publicidades, revistas o afiches de películas. Cuando están, acompañan, no paternan. No se los ve con la presencia, compromiso y naturalidad con que sí se ven las madres.
Supongo que esto se me puso en evidencia cuando comencé a pensar en el tema de la maternidad. Y los padres, ¿dónde están?
Entonces comencé a buscarlos y decidí empezar por pinturas famosas, esas que aparecen en las historias del arte. Tomé este punto de partida por tres motivos. En primer lugar, no quería imágenes desconocidas o excepcionales. Al contrario, buscaba esas que están instauradas en el imaginario colectivo. A su vez, buscaba que fueran “imágenes oficiales”, legitimadas por las instituciones culturales. Y, por último, por un motivo personal: son las pinturas que me formaron, las que siempre admiré y amé.
Tomé las historias del arte que tenía a mano, entre las cuales están los fascículos “Pinacoteca de los Genios”, que me marcaron en mi niñez y fueron mi primera aproximación al tema.
Nada de paternidades
…Bueno, tan sólo un par: Saturno comiéndose a los hijos y Abraham dispuesto a sacrificar a Isaac.
No podía entender que no hubiera padres en la historia de la representación visual que no quisieran asesinar a sus hijxs.
Por supuesto, madres y más madres se reproducen prolíficamente.
Tuve la necesidad de dibujar esos mismos cuadros de madonnas e invertirlos, transformarlos todos en papás con bebas.
Esto me gustó, se sintió bien, y seguí.
Genixs y Musxs
Comenzaron a aflorar otros temas.
Se llenó de hombres blancos ejerciendo tareas de servicio, atendiendo y limpiando. Mientras, ellas leían el diario, fumaban y bebían.
Aparecieron mujeres guerreando o haciendo uso de la violencia. Y cientos de hombres vaporosos, sutiles, pudorosos.
Y, por supuesto, se llenó de desnudos masculinos.
Cuando pensaba que ya estaba todo dicho, otra cosa salía y me sorprendía. Y hasta hoy sigo sin poder parar de hacerlo. A veces son sólo pequeños gestos y posturas de los personajes, que están completamente marcados por el género.
Comenzaron a aparecer las mujeres creativas y profesionales, los dibujos se llenaron de escritoras, filósofas, pintoras, médicas. Es hermoso ver manifestarse todo eso.
Otro tema fundamental es la representación del amor romántico, sus contraimágenes nos arrojan posiciones que nunca vemos representadas, nos interpelan acerca de nuestras conductas y formas de comportamiento aprendidos.
La trinchera visual
Estas contraimágenes son una suerte de versión visual de “la regla de la inversión”.
Una de las formas más evidentes de comprobar si una frase es machista consiste en sustituir las palabras por sus correspondientes de género opuesto y ver qué sucede.
El objetivo es nivelar lo que está desequilibrado, contrarrestar. La definición de contrarrestar es “Oponerse a una fuerza o dominio / Disminuir una influencia”. Por eso las considero contra-imágenes: porque ofrecen una resistencia y disminuyen el efecto de las representaciones que operan en el imaginario colectivo.
Mi deseo es que dibujemos un padre por cada madonna que exista.
Es como deshacer un hechizo: al transformar la pintura, se transforma una pizca la realidad. Las imágenes siempre tuvieron algo de ese poder mágico. Los egipcios dibujaban sus bienes y cosechas para poseerlos siempre, eran un conjuro para la eternidad. En algunas culturas las personas no se permiten fotografiar, porque dicen que esa imagen les roba el alma. Sin ir más lejos, muchas personas llevan estampitas, porque creen que las protegen. Supongo que no es tan extraño sentir que se deshace un hechizo.
Un binarismo deshecho
El planteo no es perpetuar el sistema invirtiendo los lugares de poder, lo cual de todas formas sería imposible y contrafáctico.
Pero lo que ocurre efectivamente con esta simple inversión es que el binarismo no puede sostenerse, y eso se debe a que los roles de género son fijos y no son intercambiables.
Al cambiar los géneros, se nos devuelven otras escenas que transforman los significados de los cuadros: las mujeres que besan a sus maridos parecen sus madres, los hombres sutiles y pudorosos se asocian a otras identidades de género, los desnudos masculinos siguen siendo para los ojos de otros varones.
Se reconfiguran los sentidos de las imágenes y nos obliga a mirar de nuevo lo que dábamos por sentado. Al igual que en el ejemplo de “la regla de la inversión”, este ejercicio provoca un desacomodo de lugares tradicionales que han sido rígidos por siglos.
En medio de la experiencia de dibujar surgen muchos interrogantes ¿Qué es lo que hace que un personaje sea de un género y cómo puedo transformarlo a otro? ¿El pelo largo lo hace ser mujer? ¿El cuello más fino? ¿Qué es lo femenino y lo masculino en una representación visual?
Las mujeres aparecen siempre más jóvenes, con narices chicas y finas (fuera de toda lógica, una nariz importante pareciera atributo únicamente de varones), todo en general es más estilizado, curvo y perfecto. Un clásico son los ceños sin fruncir, las caras apacibles, nunca debe parecer que piensan mucho.
La experiencia deja muy en claro que el género no está en el cuerpo.
La mejor opción es ingresar en la lógica de la obra, del artista y su época, e invertir las características dadas a cada personaje.
Las historias del arte
Una gran inspiración es la conferencia performativa “Queridas viejas”¹ de la artista española María Gimeno, que se origina en la toma de conciencia sobre que en “La historia del Arte” de E. Gombrich, la más prestigiosa, difundida y reeditada, no aparece ninguna artista mujer.
Increíble.
Y aún más increíble es que muchxs no nos damos cuenta hasta que nos lo dicen.
Gimeno, siguiendo el orden cronológico y geográfico del libro, incorpora capítulos de artistas mujeres, mediante cortes a cuchillo en su interior, incluyendo las páginas que faltan, colocándolas en el lugar que les corresponde dentro de “La Historia del Arte”.
La obra de Gimeno es espectacular, pero así y todo quedan fuera de esta historia muchas personas, dado que la selección sigue siendo blanca y europea. Ella es consciente de esta limitación y remarca: “lo importante es subrayar que otras historias «oficiales» son posibles”².
El problema con las historias oficiales es que nunca entran todxs, siempre son sesgadas. Se basan en una línea evolutiva y hegemónica donde funcionan criterios de selección y valoración que no siempre están bien explicitados, y el mayor problema es que se presentan como si fueran exhaustivas y absolutas.
Y, justamente, “¿por qué tendríamos que reinventar el canon o proponer uno nuevo?”³ es lo que pregunta la historiadora del arte argentina Andrea Giunta. En su libro “Contra el canon” –centrado en la segunda posguerra –propone ver la historia del arte por fuera del tradicional modelo evolutivo enfocado en los centros de poder. Plantea desaprender la mirada hegemónica, contradecir el canon y, en su lugar, observar simultaneidades, influencias recíprocas y desarrollos paralelos, creando un panorama más horizontal, plural y con equidad de género: “No se trata de completar, sino de suspender el modelo evolutivo para volver visible la simultaneidad histórica”⁴.
Es una propuesta maravillosa porque supone una verdadera transformación social. Provoca un desacomodamiento de las cosas y nos hace reconfigurar el mundo, mirar con otros ojos lo ya conocido.
Esta acción de reposicionarnos es realmente una tarea difícil. Precisamente porque se piensa que lo habitual es lo natural, y eso trae una gran cantidad de problemas.
Imagen y verdad
Hace no mucho, siendo jurada de un concurso de ilustración, surgió un debate acerca de un trabajo donde en la cocina de un hogar había una mujer amamantando y un hombre que volvía de afuera con bolsas de supermercado. Ante mi opinión acerca de que reproducía estereotipos de género, escuché de nuevo el argumento tantas veces repetido: “pero si es la realidad”, “es verdad, las mujeres son las que amamantan”.
Entonces el tío Gombrich se redime y viene en nuestra salvación. Nos recuerda algo fundamental que muchas veces se olvida: “Los lógicos nos dicen (y no son gente fácil de desmentir) que los términos «verdadero» y «falso» no se pueden aplicar más que a enunciados, proposiciones. (...) Una pintura no puede ser verdadera o falsa, así como una proposición no puede ser azul o verde. Mucha confusión se ha producido en la estética por el olvido de este simple hecho”.⁵
Fijémonos eso a fuego: una imagen no puede ser verdadera o falsa.
De la afirmación “las mujeres amamantan” podría argumentarse que es al menos confusa ¿Todas? ¿Algunas? ¿Sólo ellas? Hay mujeres con hijxs que no amamantan, hay mujeres que ni maternan ni amamantan, etc. Es una frase más que responde al estereotipo femenino que vincula a la mujer con la maternidad. O, dicho de otra forma, que condena a la mujer al destino biológico de la reproducción⁶. Volviendo a las fuentes: “No se nace mujer: llega una a serlo.”⁷
Es muy importante superar el tema del grado de veracidad en los estereotipos (y en las representaciones visuales en general), ya que no sólo es incomprobable, sino también problemático. No sólo no son consecuencia de la realidad, sino muchas veces son su causa: “Educadas en función de la idea que nos hacemos de la feminidad, las niñas serán llevadas a adquirir las aptitudes necesarias para cumplir las funciones que les están destinadas”⁸.
Lo delicado es que como ilustradorxs necesitamos hacer cierto uso de íconos y estereotipos para comunicar visualmente. Dicho de forma simple, es más fácil dibujar una mujer con pelo largo, tetas y pollera que si la hacemos sin estos signos, su comunicación será más eficiente e inmediata. Creo que tenemos que encontrar los puntos medios para cada caso, al menos ejercitar la reflexión y no actuar automáticamente. Y sobre todo tener muy claro que no es realidad, es representación, y no hay una forma neutra y natural de llevarla a cabo.
Ya completamente de vuelta el tío nos dice: “Todo arte se origina en la mente humana, en nuestras reacciones ante el mundo, más que en el mundo visible en sí”.⁹
¡Contraimaginemos!
Termino este texto invitando a todxs a hacer sus propias contraimágenes, a dibujar y desdibujar todo lo que les haga ruido, todo lo que les genere una pregunta.
Las ilustraciones que producimos crean formas de habitar el mundo, engrosan un cuerpo de representaciones visuales que son constructoras de realidad.
Cuando hice contraimágenes de “La Piedad” y se las mostré a muchas personas diferentes, todxs sin excepción vieron un hombre sufriendo por su joven amante. Parece imposible que alguien vea en esa imagen un padre con su hija de 30 años; y, en la realidad, sí existen padres con hijas adultas. Esto me causa mucha tristeza y aún más furia.
Pienso no sólo en quienes realizan las ilustraciones, sino también en quienes las leen, las interpretan y las reproducen haciéndolas circular, porque todxs formamos parte de la cultura visual. No tenemos que ser fieles a la realidad que suponemos, tenemos que ser fieles a la realidad que deseamos. Elegir qué representar y cómo representarnos a nosotrxs mismxs. No olvidemos la fuerza transformadora (y el poder mágico) de las imágenes en la búsqueda de una sociedad más equitativa, plural y feminista.
Notas